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El apego es el vínculo que se crea entre un niño o niña y sus figuras de referencia, por lo general, sus progenitores. Éste puede ser de varios tipos en función de cómo se perciban las situaciones de interacción entre padres/madres e hijos. En este artículo vamos a conocer cuántos tipos de apego podemos diferenciar y en qué consiste cada uno a partir de un mismo ejemplo:

Apego ansioso-preocupado: vamos a imaginar a un niño que ha salido a jugar con su bicicleta y que regresa a casa con una herida en el codo. Si allí se asustan en exceso al ver lo que le ha sucedido, y al mismo tiempo que le hacen las curas necesarias le repiten una y otra vez que les ha dado un susto de muerte, que les ha subido la tensión por las nubes, y que como no tenga más cuidado la próxima vez, no solo va a acabar en urgencias él, sino el resto de la familia, por no poder superar la angustia de verlo herido, lo más probable es que este niño se sienta culpable por algo tan tonto como haber tenido un pequeño percance mientras estaba jugando, y que empiece a sentir ansiedad y preocupación ante la posibilidad de cometer errores, no tanto porque le vayan a afectar a él, sino más bien porque éstos podrían desestabilizar a sus figuras de apego, llegando a temer la pérdida de su cariño en caso de volver a sentir que les ha fallado de algún modo. Esto puede generar hipervigilancia, complacencia y dependencia emocional, pero también secretismo. Es decir, la próxima vez que esta criatura se hiciera un rasguño al montar en bici, procuraría ocultar sus arañazos tras una sudadera, por ejemplo, sin informar a nadie cercano de lo sucedido. Muchos adultos de quienes se suele decir que son bastante reservados, controladores o ansiosos, quizás se sientan identificados con este estilo de apego al remontarse a su infancia.

Apego evitativo: siguiendo el ejemplo anterior, vamos a imaginar que, ante la misma situación de llegar a casa con una herida en el codo, los progenitores de ese niño, a pesar de atenderlo adecuadamente y de ayudarle a desinfectar sus lesiones, le echaran una regañina por haberse hecho sangre y optaran por castigarlo sin bicicleta durante el resto del mes. Es muy posible que su hijo, ante semejante situación, aprendiera que le conviene más mentir y disimular que decir la verdad con naturalidad, por lo que evitaría (y de ahí el nombre de esta clase de apego) establecer un vínculo de confianza plena con sus padres, y no les informaría de ningún otro accidente o problema que surgiera en su pequeño mundo, a la par que trataría de esquivar su castigo pidiéndole a otros compañeros de juegos que le prestaran secretamente una bici durante el mes que ha de estar sin utilizar la suya propia. Ya en la edad adulta, este patrón se suele caracterizar por una independencia bastante acusada y por la negativa a entrar en conversaciones en las que se sospeche o se tema que alguien pueda reprochar o pedir algo. Huir del compromiso y del conflicto es muy prototípico de las personas que han crecido con esta clase de apego, a veces hasta el punto de desaparecer de la vida de otros sin ofrecerles ninguna explicación al respecto.

Apego desorganizado: este estilo de apego es el que mayor incertidumbre y desconcierto genera en los niños. Volviendo al ejemplo de antes, vamos a ponernos en la situación de ese pequeño que llega a su casa con una herida tras haberse lastimado con la bici. Supongamos que, ese mismo día, nadie repara en lo que le ha pasado. Él solito se las apaña para curarse. Sin embargo, a la mañana siguiente, durante el desayuno, sus progenitores se dan cuenta de la tirita que cubre su codo y, sin hacer ni siquiera una sola pregunta, le aplican un castigo, le regañan o incluso le sueltan un bofetón. Este niño no va a entender absolutamente nada. No va a ser capaz de comprender por qué por la noche el apósito o la venda que él mismo había colocado sobre su brazo había pasado inadvertida y por qué unas horas más tarde, cuando su lesión ya estaba empezando a cicatrizar, es motivo de un conflicto familiar o de un cabreo de dimensiones desproporcionadas. Los niños con esta clase de apego saben que sus padres son las personas de las cuales van a recibir cuidados y cariño, pero al mismo tiempo pueden sentir miedo hacia ellos, ya que en cualquier momento su actitud puede volverse hostil e incluso peligrosa. Muchos de los trastornos mentales más difíciles de remediar, como el TLP (Trastorno Límite de Personalidad), suelen estar relacionados con un apego desorganizado.

Apego seguro: hasta ahora, las tipologías de apego que hemos visto podrían definirse como “apegos inseguros”. El apego seguro, por su parte, sería el que se establece entre padres e hijos cuando, recuperando el ejemplo que se ha ido siguiendo, el niño protagonista de este artículo aparece con su lesión en el codo y su padre o su madre acuden a atenderlo. Le preguntan qué le ha pasado, lo consuelan y lo calman en caso de percibirlo nervioso, le aplican las curas necesarias o lo llevan al centro de salud si lo creen conveniente, y no le gritan ni le hacen sentirse culpable por algo tan normal como haber tenido un pequeño accidente mientras montaba en bici. Le aconsejan tener más cuidado la próxima vez, pero sin fomentar ningún miedo o fobia a subirse nuevamente sobre dos ruedas. En definitiva, crean un vínculo de seguridad. Los niños que tienen la suerte de criarse en este tipo de entorno tan sumamente adaptativo, por regla general, de mayores demuestran niveles de autoestima y de autoconfianza superiores a la media, y su manera de relacionarse con los demás tiende a ser saludable y exitosa.

Ahora que ya conocemos los diferentes patrones de apego, la buena noticia es que, aunque nos identifiquemos con alguna de las formas de apego no seguro, las vivencias del presente, así como las personas de las que nos vamos rodeando a lo largo de la vida, pueden moldear ese apego y hacer que evolucione hacia esa vinculación segura que no todo el mundo tiene el privilegio de haber experimentado en la infancia. El acompañamiento psicológico puede ser el primer paso para avanzar y crecer como personas en este sentido. Por mi parte, te ofrezco la posibilidad de tener una primera sesión gratuita conmigo.

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Macarena Pinedo López, escritora y psicóloga colegiada (CM03154).

 

 

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Soy Macarena Pinedo López, psicóloga y escritora.

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